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El hilo de la conversación.

Publicado: 2012-07-01

Soy de las personas que suele perder el hilo, durante una buena conversación. Me pasa todo el tiempo: abandono un argumento, me distraigo y me olvido de lo que estaba diciendo, o a qué venía algún dato en particular. Pierdo, pues, el hilo conductor de la conversación.

Lo mismo le ha pasado recientemente a la presentadora de televisión nicaragüense Valeria Sánchez, quien se distrajo en medio de una entrevista a la embajadora de Taiwan en su país, y le preguntó “Ud., ¿de dónde viene?” Un poco antes, perder el hilo le costó la campaña presidencial al candidato republicano Rick Perry quien, en medio de un debate, se olvidó de cómo terminar una frase que acababa de empezar.

Por alguna razón que no entiendo, o por una concidencia rara, hay gente que no dice que perdió el hilo, sino que perdió la “ilación”. Yo siempre pensé que habían perdido la “hilación”, y que estaban hablando de nuestro famoso hilo; pero no, resulta que es la “ilación” que, de acuerdo al mastodonte de la Real Academia Española es la “trabazón razonable y ordenada de las partes de un discurso”.

Así, por ejemplo, el periódico puneño “Los Andes” refiere un debate local en que más de un nervioso polemista, “…producto del nerviosismo, perdió la ilación de las ideas”. Este ejemplo es un hilo falso, gato por liebre. El verdadero hilo conductor, el firme, está aquí en el Museo de los Objetos Fantásticos. Amigo lector: no acepte imitaciones, rechace los productos bamba.

A veces, la metáfora del hilo de la conversación, que es textil, se mezcla con metáforas vegetales, arquitectónicas, o incluso alimenticias. Si pierdes el hilo, te vas por las ramas; o bien, te haces un laberinto; por último, puede ocurrir que si pierdes el hilo, tienes un arroz con mango en la cabeza. También puede pensarse que se trate de una metáfora eléctrica; hablamos, al fin y al cabo de un hilo conductor: “Hay que avanzar sin perder el hilo conductor de donde venimos”, declara a “El País” el bailaor sevillano Javier Barón.

Pero la idea del hilo conductor puede sugerir al menos una hipótesis siniestra: que el pensamiento sea un laberinto de interpretaciones posibles, de rutas inacabables, la mayoría de ellas absurdas, peligrosas, y que es necesario ir desenrollando un hilo para contar con una ruta cierta. Es lo que hizo el legendario Teseo, en el laberinto del Minotauro o –para ser más exactos- es la idea que le dio a Teseo la buena Ariadna, que se había enamorado de él y concibió el sencillo truco de un hilo para guiar al héroe. Si pierdes el hilo, estás perdido tú mismo: cuidado con el Minotauro que acecha.

Otra posibilidad, que me gusta más, es –por el contrario- textil y constructiva. El pensamiento es como un bordado: cuando conversamos entre amigos, trazamos dibujos primorosos, recorriendo la superficie clara del lenguaje con el dichoso hilo. De hecho, el hilo es nuestra vida, que –de acuerdo a los mitos griegos- la Parca teje y deja correr, hasta que, ineluctable, decide utilizar la fatal tijera. Nuestro modesto hilito, unido a otros, crea, en el diálogo, el tejido social; o quién sabe, un quipu, una trenza, un bordado, una nudosa soga difícil de cortar por la Parca más decidida.

Iba a decir algo más, que me parecía fundamental pero acabo de perder el hilo… ¡en mi propio museo! ¿Qué clase de curador soy?

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Publicado en Soho Perú - Junio de 2012

Fuente de la imagen.


Escrito por

Eduardo Gonzalez

Descendiente del gitano Melquíades. Vendo imanes. Opino por mi y a veces por mi gato.


Publicado en

El museo de los objetos fantasticos

Un blog de Eduardo González